El cuerpo humano posee un centro termorregulador, que se encarga de que la temperatura se mantenga siempre entre unos límites, independientemente de la temperatura ambiental. Se consideran normales los valores comprendidos entre 36 y 37 grados centígrados. La febrícula se define entre 37 y 38 grados. Respecto a la  fiebre, se considera con valores superiores a los 38 grados (la temperatura medida en el recto suele ser 0,5 grados mayor que la real).

En algunas ocasiones, y en respuesta a ciertas agresiones infecciosas o no (inflamaciones, enfermedades internas...), el organismo sufre una elevación de la temperatura que sirve para potenciar la acción de sus mecanismos de defensa.

Coincidente con la fiebre, suelen aparecer unos síntomas atribuibles al propio incremento de la temperatura como son: dolor de cabeza, dolores musculares, sudoración, escalofríos, aumento de la frecuencia cardiorrespiratoria y escurecimiento de la orina.

Qué hacer:

• Beba agua en mayor cantidad de lo habitual.
• Mantenga un ambiente acomodado en la habitación.
• Coloque compresas de agua tibia sobre la frente, el regazo, las axilas y las ingles; o realice baños de agua tibia.
• Utilice fármacos antitérmicos (paracetamol, ácido acetilsalicílico, ibuprofeno o metamizol) con prudencia. Siempre que no existan alergias ni contraindicaciones.
• Vigile la aparición de síntomas de gravedad: dolor abdominal o lumbar importante, fijo y progresivo; rigidez de nuca; dolor torácico o dificultad respiratoria severas; cefalea que no cede con analgésicos; manchas cutáneas en distintas localizaciones; irritabilidad y lloro continuo e inconsolable en niños pequeños o alteraciones de la consciencia.
• Consulte con un médico siempre que aparezcan síntomas de gravedad: llame al 061.
• Si tiene alguna duda sobre el tratamiento o las medidas de la toma, llame al teléfono de consulta sanitaria 902 400 116.

• Abusar de la medicación antitérmica.
• Autoadministrarse antibióticos.
• Infravalorar los síntomas acompañantes.
• Emplear baños de agua helada.