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El primer ‘eslabón’ de la asistencia sanitaria

Desde la puesta en marcha inicial de dos helicópteros, hace 30 años, el transporte urgente desempeña un papel clave en la sanidad gallega | Por tierra o aire, los equipos del 061 han sido uno de los rostros más visibles del Sergas desde el inicio de la pandemia: “Nuestro medio es lo cotidiano”

Están disponibles 24 horas, los 365 días del año. Trabajan contra reloj, y una simple llamada de teléfono alertando de una emergencia sanitaria es suficiente para que se movilicen, inmediatamente, a cualquier punto de la geografía de Galicia. Por tierra o aire. El medio es lo de menos. Lo importante es la rapidez. Trasladar cuanto antes al paciente a su “hospital útil”. Salvarle la vida. Los equipos del 061 son el primer eslabón de la asistencia sanitaria. “La emergencia se produce en lo cotidiano, y ahí es donde estamos nosotros”, reivindican, con orgullo.

María Cegarra, Ainé Limia, Samuel Muñiz y José Manuel Vázquez, posan junto a una ambulancia, en la Base 1 del 061 en A Coruña. VÍCTOR ECHAVE.

El sistema público de emergencias sanitarias en Galicia dio sus primeros pasos hace treinta años, a principios de los 90, cuando el empeño personal del entonces presidente de la Xunta, Manuel Fraga, llevó a habilitar dos bases para helicópteros en Santiago y Monforte de Lemos (Lugo) —que posteriormente se trasladaría a Ourense, donde continúa operativa a día de hoy— con el objetivo de mejorar la asistencia a los accidentes de tráfico, que todas las semanas se cobraban una o varias vidas en la comunidad gallega.

“Fraga hizo un viaje a Alemania, donde entonces ya existía el Proyecto ADAC de transporte sanitario aéreo urgente, consistente en una red de helicópteros ubicados a unos 50 kilómetros de distancia entre sí, abarcando a toda la población de ese país. Por motivos que ignoro, lo llevaron a conocer ese sistema y le pareció que en Galicia se podía montar algo parecido para intentar solucionar el tema de la asistencia a los accidentes de tráfico. En aquel momento, las carreteras estaban en unas condiciones pésimas y se registraban muchos siniestros. Además, aún no existía el 061 y tampoco había una red pública de transporte sanitario terrestre. Solo funcionaban ambulancias privadas y de Cruz Roja”, recuerda Charo García Rúa, médico del 061 en la base compostelana de Conxo. Esta facultativa formó parte de uno de esos primeros equipos de transporte sanitario aéreo urgente y, a día de hoy, suma tres décadas de trabajo ininterrumpido en ese servicio, que inicialmente se denominó SOS Galicia y que, admite, arrancó “un poco en pañales”.

“Se accedía a través de una línea 900 y, en un primer momento, las llamadas las recibía el médico de guardia. Pero pronto nos dimos cuenta de que hacía falta una centralita, en la que íbamos rotando todos, para que no tuviese que recepcionar las llamadas el compañero de guardia, porque era una presión añadida”, rememora.

La doctora García Rúa reivindica, con vehemencia, el carácter “pionero” de este servicio en España — “el germen de lo que hoy es el 061”, recalca—, pues entonces solo existía “algo similar” en Cataluña. “En Madrid se medicalizaba un helicóptero de la Dirección General de Tráfico (DGT) los fines de semana y en Valencia había otro aparato de este tipo, pero solo funcionó durante un año. Galicia fue, por tanto, la segunda comunidad autónoma que dispuso de un servicio de transporte sanitario aéreo urgente”, destaca.

Pasado un lustro de ese hito a escala nacional, en el 95, se dio un “paso de gigante” al ponerse en marcha la Central de coordinación de urgencias sanitarias de Galicia-061, con base en A Estrada (Pontevedra) y, un par de años después, el 1 de julio del 97, tuvo lugar el despegue definitivo del servicio. Paradójicamente, con la entrada en funcionamiento de los “recursos terrestres”, es decir, las ambulancias básicas y medicalizadas. María Cegarra, médico de la Base 1 de A Coruña —ubicada en Eirís, junto al Centro Oncológico de Galicia— y exdirectora del 061 (cargo que desempeñó entre 2005 y 2009), recaló en las emergencias “el día de Nochebuena de ese mismo año”. Hasta entonces, había trabajado en Atención Primaria, en centros de salud de Carballo y Cambre. Su primer destino fue la “base doble de Ourense, con helicóptero y ambulancia”.

as carreteras de aquel momento no eran como las de ahora, había muchos accidentes de tráfico y el helicóptero tenía una enorme utilidad para la asistencia a ese tipo de siniestros. Además, Galicia era —y continúa siendo— una comunidad con una gran dispersión poblacional. Por un lado, está el eje Atlántico (de Ferrol a Vigo), donde residen la mayoría de los ciudadanos; por otro, hay mucha población en el rural. Si te caes en la Ribeira Sacra, ¿quién llega hasta allí?”, plantea la doctora Cegarra, quien subraya que el medio aéreo beneficia “muchísimo” a los pacientes, al facilitar esa asistencia inicial, aunque su principal ventaja es que agiliza su traslado “al hospital útil”, y “eso es lo que les va a salvar la vida”. “Permite, por ejemplo, trasladar directamente a un paciente quemado en un accidente de tráfico en Lobios (Ourense), que está casi en la frontera con Portugal, hasta el servicio de referencia, que en este caso sería la Unidad de Quemados del Hospital Universitario de A Coruña (Chuac)”, subraya esta médico del 061, y a continuación pone otro ejemplo: “Con el helicóptero, un paciente con sospecha de lesión medular por zambullida en una playa de Cangas, puede ser trasladado a la Unidad de Lesionados Medulares del Chuac directamente desde el arenal y sin tener que pasar por otros hospitales y, por tanto, sin ser movilizado entre medias”.

En contra de lo que buena parte de la población cree, el transporte sanitario aéreo urgente no se limita a la asistencia de los casos, por así decirlo, más “dramáticos”. Lo que determina que se desplace un helicóptero o una ambulancia son los tiempos. “Si el helicóptero va a llegar antes que la ambulancia, se moviliza ese medio”, apunta María Cegarra. En este caso, que el hospital de destino del paciente cuente con un helipuerto, como es el caso del Chuac, “facilita mucho las cosas”. En el punto donde se produce la emergencia, sin embargo, “no siempre es posible tomar tierra”. “Cuando esto sucede, juega un papel muy importante la red de ambulancias básicas de las localidades pequeñas. Durante mi etapa en la base doble de Ourense, recuerdo una asistencia en las pozas de Melón. El helicóptero me tuvo que dejar a mí allí, e irse a aterrizar a un campo de fútbol cercano. La ambulancia básica de la zona me apoyó, en este caso, para trasladar al paciente hasta el aparato”, señala.

No obstante, el principal “enemigo” del transporte sanitario aéreo urgente es “la falta de visibilidad” porque, tal y como especifica la doctora Charo García Rúa, “el vuelo en helicóptero es visual”. “Y la falta de visibilidad la producen la noche —de ahí que nuestros aparatos solo trabajen del orto al ocaso—; la niebla; o que las nubes estén más bajas que las copas de los árboles, porque se vuela por encima de ellas”, indica esta médica del 061 en la base de Conxo, quien también refiere, entre los factores que afectan a la operatividad de los helicópteros, “que el viento esté muy alto, por encima de 45 nudos”. La lluvia, en cambio, no influye “para nada”. “Pese a la climatología de Galicia, estamos mucho menos inoperativos de lo que los ciudadanos tienden a pensar”, sostiene.

Ante cualquier llamada al 061, el operativo es siempre el mismo, “está muy protocolarizado”. “La alerta entra en la Central de coordinación. Hay un sistema que clasifica automáticamente esa demanda, y si determina que es prioridad 1 (ante una parada cardiorrespiratoria, un accidente de tráfico, un atragantamiento, etc.), se activa inmediatamente un recurso. En la Base 1 de A Coruña somos cuatro compañeros: conductor, técnico, enfermera y médico. Si, por ejemplo, entra un llamada alertando de un ahogamiento en la playa de Riazor, al técnico, que es quien atiende el teléfono, le entrará como una demanda de prioridad 1. En este caso, se moviliza inmediatamente una ambulancia medicalizada, mientras al alertante se le pasará con el médico, para responder a varias cuestiones”, detalla María Cegarra, quien insiste en que el hecho de que se realicen estas preguntas “no implica un retardo en la asistencia”. “A veces los interlocutores se ponen nerviosos porque piensan que se está perdiendo tiempo, cuando para nada es así. Cuando se hacen esas preguntas, el recurso sanitario ya está en camino, y esto es posible gracias a ese sistema de clasificación de las llamadas”, incide.

Desde la puesta en marcha de los dos primeros helicópteros, hace tres décadas, el transporte urgente desempeña un papel clave en la sanidad pública gallega. Y en el último año y medio, si cabe, todavía más. Por tierra o aire, los profesionales del 061 han sido uno de los rostros más visibles del Sergas desde el inicio de la pandemia de COVID. La doctora Cegarra admite, no obstante, que la emergencia sanitaria, y sobre todo el confinamiento de la primera ola, “cambiaron radicalmente las formas de trabajar”. “Las cosas de la calle dejaron de pasar. No había accidentes de tráfico ni laborales, pero tampoco peleas ni borracheras. Esa parte del sábado noche, que sobre todo llena las urgencias de los hospitales y las ambulancias básicas, disminuyó muchísimo”, afirma la médico del 061 en la Base 1 de A Coruña. “Hubo un solapamiento. Cuando Primaria y la Central de coordinación empezaron con la atención telefónica, nosotros hacíamos algunas visitas domiciliarias, aunque pocas. Ahí empezamos a ver casos como, por ejemplo, el del paciente anciano anticoagulado, que sufría una caída en la cocina, se hacía una brecha y no quería acudir al hospital. Había pánico al contagio, pero también al aislamiento, a fallecer sin poder despedirse de sus familiares... En esas visitas a los domicilios vimos, también, mucha soledad, compañeros inesperados (personas que no convivían habitualmente), patología muy evolucionada, incluso en personas jóvenes... y pobreza. Mucha pobreza. Mayores sin tomar sus medicinas, sin comida en la nevera...”, recuerda.

Con pandemia o sin ella, María Cegarra y Charo García Rúa coinciden en que el mundo de las emergencias sanitarias, tanto en ambulancia como en helicóptero, “engancha”, aunque ambas médicas reconocen, también, que no es un trabajo apto para todos los públicos. “Para dedicarse a esto, te tiene que gustar mucho, porque tanto los equipos que trabajamos en el helicóptero, como los que van en las ambulancias, tenemos un hándicap, y es que estamos solos. Si somos incapaces de solucionar un problema (intubar a un paciente, reanimarlo, etc.) no tenemos a nadie que nos eche una mano. En las urgencias hospitalarias siempre hay compañeros que te pueden ayudar. Tienes un soporte, otra infraestructura. En la emergencia en la calle o en un domicilio, toda la responsabilidad recae sobre ti. No hay otros compañeros, ni rayos o analíticas. Por eso hay que prepararse muy bien. La formación continua es clave, igual que templar los nervios. No se puede transmitir inquietud al paciente ni a su familia. Hay que trabajar rápido, pero con tranquilidad. Que los que están a tu alrededor tengan la sensación de que dominas la situación. Tienes que transmitir que has llegado allí y vas a solucionar el problema, porque confían en ti”.

Charo García Rúa, junto a un helicóptero del 061. CEDIDA.

Charo García Rúa | Médico del equipo del 061 con base en Conxo (Santiago), lleva 30 años en el transporte sanitario aéreo urgente, lo que la convierte en la más veterana de España en ese servicio

“El día que me acostumbre al dolor ajeno, me dedicaré a otra cosa”

“Lo que determina que se desplace el helicóptero es el tiempo para atender al paciente”

La doctora Charo García Rúa (Santiago, 1957) acumula más horas de vuelo a sus espaldas que muchos pilotos comerciales. El pasado mes de abril, esta médico de equipo del 061 con base en Conxo (Santiago) cumplió tres décadas de trabajo en el transporte sanitario aéreo urgente, lo que la convierte en la más veterana en ese servicio de toda España. “En Galicia, el transporte sanitario en helicóptero se inició en septiembre de 1990, y yo me incorporé siete meses después. Treinta años de trabajo, y somos los grandes desconocidos de la sanidad. Con la buena publicidad que tiene el 061 y lo conocido que es su sistema de emergencias, el tema del helicóptero parece un poco olvidado a nivel social”, reivindica Charo, quien atribuye esta situación al hecho de que “muchos ciudadanos todavía creen que el helicóptero es un medio muy especial” destinado, únicamente, a “casos muy específicos”. “Y para nada es así. Los equipos del 061 que se trasladan en helicóptero a realizar una asistencia atienden al mismo tipo de pacientes que ven los compañeros que utilizan la UVI móvil. Lo que determina que se desplace una ambulancia o un helicóptero es la distancia al lugar donde se produce la emergencia y, por lo tanto, el tiempo que tardamos en atender al paciente”, subraya.

¿Cómo aterrizó usted en el transporte sanitario aéreo urgente?

Cuando se puso en marcha el servicio, bajo el nombre de SOS Galicia, los helicópteros estaban contratados por Protección Civil, dependiente de la Consellería de Interior, y el personal sanitario lo ponía el Servizo Galego de Saúde (Sergas), que hizo una convocatoria en la prensa. Fue mi marido quien me enseñó el recorte del periódico, y yo en aquel momento lo primero que le contesté fue: “¡Tú flipas!” Se exigía experiencia en urgencias o conocimientos de traumatología o anestesia. Al terminar la carrera de Medicina, yo había trabajado, precisamente, en el área de traumatología, y en aquel momento no tenía un trabajo fijo, estaba haciendo sustituciones.

Y después de “fliparlo”, se presentó a la convocatoria.

Así es [risas]. En la primera no entré, pero un año después se volvió a convocar y ya me saqué la plaza.

¿Se había subido alguna vez a un helicóptero?

Nunca. De hecho, la convocatoria incluía una especie de entrevista personal con un tribunal, y recuerdo que el presidente me preguntó qué pensaba sobre trabajar en un helicóptero. En plan sarcástico, le contesté que a la compra no solía ir en ese medio, pero que suponía que estaría bien. ¡Yo qué sabía, en aquel momento, lo que se sentía en un helicóptero, si no me había subido a uno en mi vida! Solo había ido en avión y no se parece en nada.

¿Cómo recuerda el primer servicio en ese medio?

Era un caso sin mayor complicación, un hombre adulto que había convulsionado en una playa de Muros, pero para mí fue como una operación a corazón abierto. La sensación de agobio, cuando volví, fue tremenda. Tanto, que al pisar tierra le dije al enfermero que me acompañaba que la día siguiente iba a presentar mi renuncia porque me veía incapaz de trabajar en ese medio.

¿Por qué?

El trabajo en helicóptero es un poco diferente al de la ambulancia. Juegas con un espacio muy pequeño. Pequeñísimo. Yo tengo suerte, porque soy bajita y quepo bien, pero tengo compañeros que miden 1,80 metros o más y van totalmente encajados. Además, dentro del helicóptero los oídos no sirven para nada. Vamos con cascos, para escuchar al piloto y al compañero que llevamos al lado, y todas las alarmas sobre el paciente son visuales.

¿La forma de asistir al paciente, sobre el terreno, también cambia?

Sí, en este tipo de servicio todo el trabajo con el paciente lo tienes que hacer fuera, y una vez que está estable, es cuando se le mete en el helicóptero. Esto implica que siempre se trabaja con público, y eso es una presión añadida.

Antes de empezar a trabajar en este servicio reciben una formación muy intensa. ¿Les enseñan también nociones de vuelo o solo cuestiones sobre seguridad aérea?

La formación previa, en ese sentido, se centra en la seguridad área. Después de tantos años de trabajo, mucha gente me dice: “¡Ya sabrás pilotar!”. Y mi respuesta es siempre la misma: “Hay pilotos que llevan tanto tiempo en esto como yo, y no son médicos”. No obstante, los compañeros que trabajamos en esto sí sabemos cómo tenemos que actuar durante el aterrizaje y el despegue, qué debemos hacer si hay humo en la cabina, cómo se escoge un punto de toma, cuándo hay que permanecer en silencio para que los pilotos se comuniquen con la torre de control, cómo bajar sin que los patines del aparato toquen el suelo... El helicóptero es muy inestable, y cualquier cosa que hagamos los ocupantes puede generar un accidente, aunque en todos estos años, afortunadamente, no se ha producido ninguno.

Tres décadas darán para todo tipo de anécdotas.

Así es. En este servicio se viven situaciones muy dolorosas, y a veces también muy divertidas, dentro de lo que es, por supuesto, una emergencia sanitaria.

¿Por ejemplo?

Como detalle curioso, recuerdo que hace unos años nos desplazamos a atender a una ganadera que había perdido un par de dedos en su establo. Fue un servicio que hicimos por carretera, en ambulancia, y al llegar la mujer no paraba de decir, con la mano envuelta en una toalla: “¡Hay Dios mío, lo que me va a costar esto. No voy a tener años para pagarlo!”. No le preocupaban sus dedos, sino la factura. Le tuvimos que explicar que, por supuesto, no se le iba a cobrar nada.

¿Cuál ha sido el servicio más difícil de su trayectoria?

Un servicio que nos ha dejado marcados a todos los compañeros, y que se realizó en ambulancia, por proximidad, fue el accidente del Alvia, en Angrois [silencio]. En el helicóptero, también me han marcado muchísimos. La sensación que tienes cuando llegas al lugar de un accidente de tráfico y ves en la carretera, por ejemplo, los juguetes de un niño... [de nuevo, silencio] es algo que, inevitablemente, te llevas para casa, por muchos años que lleves trabajando en esto. Yo siempre digo que el día que me acostumbre al dolor ajeno, me dedicaré a otra cosa. Tiene que dolerte lo que le duele al paciente; si no, dejas de ser humano. No obstante, también hay que tener muy claro que, pasados unos días, conviene descargar ese peso de la mochila. Lo recuerdas, sin que te impida dormir.

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